miércoles, 27 de diciembre de 2017

Nuestro lugar favorito.


Dos días pasaron desde la última vez que se vieron, desde su primer beso. Ella soñaba con volver a quedar en ese parque, con volver a sentir sus labios húmedos junto a los suyos. No quería contárselo a nadie, quería guardárselo para ella, por una vez ser egoísta con los demás. Esos dos días pasaron bastante lentos para ella. Aunque vivían cerca el uno del otro, este ya le había avisado que ese fin de semana lo pasaría junto a su padre en Barcelona. Los días transcurrieron con normalidad, haciendo sus deberes escolares, deporte al menos una hora al día, distraerse con uno de sus libros… pero su compañera de habitación sabía que dentro de esa normalidad algo pasaba. Ella notaba que algún aspecto le hacía estar diferente, pero no llegaba a descubrir cuál era o qué era. 

Al fin llegó el día. Todas las personas que le rodeaban odiaban los lunes, pero ella deseaba que llegara con bastante ilusión. Se levantó más enérgica que cualquier otro día. Se saltó su hora de ejercicio por una ducha y un rato de estudio. Llegaron las ocho y emprendió su rutinario camino hasta el instituto. Al doblar la primera esquina, una voz tras ella llegó a sus oídos. Se volvió y su deseo se cumplió, allí estaba él, con su sudadera verde y su mochila colgada sólo de su hombro izquierdo. Se acercó hasta ella con una carrera. Se encontraron pero no se dijeron nada. La mayor parte del camino la hicieron en silencio, escuchando el ruido natural que provenía del parque. La otra parte del camino casi hubiera sido casi más de lo mismo si no fuera porque de vez en cuando le daba por canturrear alguna canción. Ella sonreía cada vez que lo hacía, le encantaba escucharle tararear una canción que más tarde descubriría que sería su canción favorita.

Estuvieron separados las cinco primeras horas del día. En realidad odiaban esa clase. Aunque no se decían muchas palabras aún, no les gustaba estar tanto tiempo sin verse. Cuando entraron a la última clase se notaba que los nervios les invadían haciendo que ambos chocaran en la puerta. Se sentaron uno al lado del otro, aunque en diferentes ordenadores. No había motivos para impedir que se miraran de vez en cuando, manteniendo los ojos puestos en los del otro al menos unos segundos. Otra de sus manías que tanto le encantaban era cuando se dedicaba a dibujar en su cuaderno o en cualquier espacio en blanco que encontrara. Esta vez si se fijo más en él. Aún no había sacado su lapicero ni ningún folio para empezar a dibujar, así que le prestó su cuaderno. Cuando ya lo tenía en sus manos se dio cuenta de que se trataba de un acto impulsivo, uno más que debía añadir a su colección particular de impulsos incontrolables. Como recompensa, ella recibió el dibujo de un parque, no el suyo por supuesto, pero de un aire similar. Le llamó la atención el dibujo que había hecho sobre los columpios colgantes. No le dijo nada de por qué los había dibujado de tal forma, pero aquello le encantó. Salieron de clase y poco antes de la hora, por algo de que el profesor tenía unos asuntos propios que atender. Descartaron la idea de ir al parque de hace dos días, tenían poco tiempo y él no podía llegar más tarde de la hora acordada con su madre, así que se pusieron rumbo a casa. Aún les quedaba algo de tiempo para poder pasarlo solos. Se sentaron en los bancos que había junto a la entrada del parque y frente a los columpios. ¡Esos eran los columpios! Sabía que los había visto antes y con verlos delante de ella consiguió caer en la cuenta.

– ¿Por qué dibujaste estos columpios en mi cuaderno?

– ¿No te gustan?

– Me llamaron la atención. 

– ¿Por qué?

– Porque me hiciste un dibujo con bastantes sombras y los columpios eran la única parte en la que no las había.

– Bueno, es un detalle sin importancia, no tienes que darle vueltas.

– Sí, creo que sí.

– ¿Qué crees?

– Que lo hiciste por algún motivo, por algo en concreto. – Se dirigió a los columpios, sentándose en el que quedaba a la izquierda desde suposición. – He visto algunos de tus dibujos y en ninguno has tenido el detalle de dejar algo sin su sombra.

– Eres bastante detallista ¿verdad? – La acompañó sentándose en el columpio de al lado. – Pues cuéntame por qué crees que lo he hecho.

– Creo que tiene alguna historia…

– Me encantaría escucharla.

– Creo que te gustan por algún motivo personal, alguna historia, algo que te haya marcado. – Se volvió hacia él, mirando cómo le observaba, atento a sus palabras. – Supongo que es algún sitio favorito, en el que haya pasado algo importante para ti.

– No vas mal encaminada chica.

¿Chica? Desde siempre había odiado que le llamaran de esa forma pero en la boca de él le parecía una palabra encantadora, algo que desde entonces empezó a repetir continuamente. 
– ¿Entonces no he fallado?

– Has fallado en todo, salvo en que es uno de mis lugares favoritos, al menos desde hoy.

– ¿Y por qué dijiste que no iba mal encaminada? 

– Porque tenías razón cuando dijiste que era uno de mis lugares favoritos y desde ahora será un sitio que me haya marcado.

– ¿Desde ahora? ¿Por qué?

– Por ti. 

Se acercó con su columpio hasta el de ella, cogiéndole por una de las cadenas que lo sujetaban a la barra de arriba y lo atrajo hacia ella. Le dio el primer beso del día, el segundo que surgía entre los dos. Sonrieron tras otro segundo beso y un tercero.

– ¿Por esto decías que te había marcado el lugar?

– No. – Se puso de rodillas frente a ella, con las manos en las piernas flexionadas de la chica.
– Lo será por esto. – Tosió un par de veces para aclararse la garganta, cogió aire y lo soltó otras tantas veces y por fin le miro a los ojos. – Me gustaría salir contigo, y no solo salir de clases y acompañarte a casa. Me gustaría ser algo más que un simple compañero de la única clase que compartimos, algo más que un amigo al que le cuentes tus alegrías y contradicciones. Me gustaría…

Volvió a besarle, tal como la primera vez que lo hizo de forma impulsiva, a diferencia de que ahora se mantenía sujeta a las cadenas de ambos lados.

– A mi también me gustaría. 

Fue lo último que se dijo antes de continuar su camino de vuelta a casa, como hacían de continuo desde que hacían el trayecto juntos, sin pronunciar palabras salvo las de despedida.


1 comentario:

  1. Me engancha bastante la historia. Me evoca lugares y situaciones. Hay tramos en el que la e visto algo pesada. Me ha dejado una muy buena sensacion, sigue así Paula. Un abrazo!!

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