viernes, 1 de diciembre de 2017

Actuación mortal.

Había llegado el momento, como siempre había creído que pasaría. Ahora no sólo se repetía en su cabeza, ahora podía realizarlo a la vez que recordaba. 

La noche fría, como días atrás, observando la ventana del sexto piso, desde la parte más oscura de la calle, donde costara ser descubierto. Notaba como el frío se adentraba en su cuerpo, junto con la humedad. Sentía como su cuerpo temblaba, pero de una forma distinta ¿pero por qué? ¿Por qué esos temblores? Sabía que no era por el frío o por la humedad, se había acostumbrado a ello. ¿Entonces qué era? ¿Qué le hacía temblar de esa forma? Lo ignoró. Quería seguir adelante, comenzar aquello que desde hace tiempo le invadía la cabeza.

Comenzó a subir los escalones, sin prisa, en silencio, guiándose por la oscuridad del edificio. Se detuvo frente a la puerta del sexto piso, en el umbral, escuchando y sin oír nada. No oía nada, pero sabía que el animal de aquel apartamento estaba tras la puerta, sintiendo su presencia, pero sin hacer ningún ruido, sin delatarle. Se acercó hasta sentir como su respiración se reflejaba en la puerta. Esperó unos segundos más, en silencio, esperando oír el mínimo ruido desde dentro, pero nada, todo quedaba en silencio. Sacó sus herramientas de su bolsillo trasero, arrodillándose frente a la cerradura. Introdujo dos pequeños hierros dentro de esta, moviéndolos con sumo cuidado para hacerlo bien a la primera y evitar empezar de cero. Lo consiguió. La cerradura había cedido. Guardó de nuevo las herramientas en el mismo bolsillo antes de entrar en el apartamento. Tomó unos segundos, recordando que pasos debía seguir ahora. 

Empujó la puerta, y como había sentido desde que se acercó a la puerta, el animal le esperaba al otro lado de la puerta, sentado y observando, sin intención de moverse. Cerró la puerta tras él, con cuidado, sin apartar la vista del interior. No le hacía falta hacer un reconocimiento de la casa para saber dónde estaba cada habitación, Conocía la distribución del lugar, no habría mucha diferencia entre ese piso y el de cuatro plantas más abajo. Giró en la primera puerta de la izquierda, encontrándose con la cocina, dónde hizo un gesto al animal para que fuera hasta él y encerrarlo en el balcón. Se giró hacia la encimera, buscando cualquier objeto punzante, uno que sirviera para su cometido, y ahí lo  encontró, frente a sus ojos, como si estuviera ya preparado. Volvió al pasillo y continuó andando hasta llegar a la habitación principal. De nuevo, esperando en el umbral de la puerta, en silencio, escuchando la respiración que provenía de dentro, una respiración que no duraría mucho más. Se adentró hasta el fondo, observado a quién iba a ser su víctima. Sabía que era ella. Ahí estaba, durmiendo sin ninguna preocupación, sin miedo. ¿Sin miedo? Revisó su interior, volviendo a notar esos temblores. ¿Serían por el miedo? No tardó más de tres segundos en descartar esa idea. 

Caminó hacia la cama, hacia ella, sin olvidar ningún paso de los que debía seguir. Ahí la tenía, a su merced, inofensiva. Sacó el arma doméstica que había cogido de la cocina y acercó su filo hasta el pecho de ella. Aunque apenas había luz, podía intuir cada centímetro de su cuerpo, sin necesidad de tocarlo para guiarse. Con un golpe seco, notó como la hoja afilada se hundía con rapidez. Simultáneamente, los brazos de ella se alzaron, intentando desprenderse del objeto punzante. Sus ojos se abrieron, casi a punto de salirse de las cuencas oculares y abandonar su sitio. Sacó de nuevo el cuchillo, haciendo el mismo ritual anterior a la altura de su garganta, para evitar que su voz, aquella voz que él odiaba y consideraba infernal, emitiera cualquier otro sonido. Esta vez aguantó más que en la primera puñalada. Giró el cuchillo en el mismo sentido que las agujas del reloj. No le importó que su sangre le salpicara. Como si un filete de carne estuviera cortando, empezó a desplazar la hoja hacia el lateral del cuello. Volvió hacia el otro extremo del cuello, notando como la sangre de la fémina salía apresurada. Observó su cuerpo en la penumbra, escuchando como la sangre goteaba desde la cama y empezaba a formar un charco alrededor del cuerpo tendido en la cama. No quiso esperar más, deseando que toda la sangre que recorría ese cuerpo saliera. Realizó unos cortes más, todos verticales, uno en cada antebrazo, desde el codo hasta la muñeca y otros dos en el interior de cada pierna, llegando hasta las rodillas. Esperó hasta que por fin, la sangre empezaba a disminuir mientras salía de su cuerpo. 

No le costó despedirse de ella, pero sabía que aún no había acabado su tarea allí. Regresó a la cocina, donde abandonó el cuchillo, una vez limpio, y encendió el gas de la cocina. Sin prisa volvió a la habitación. Sacó un mechero de su bolsillo izquierdo y prendió la cama desde ambas esquinas inferiores. Se mantuvo quieto hasta que notó como el fuego se hacía más grande. 

Siguió con paso lento hasta la cocina, donde ya notaba que el olor a gas se iba esparciendo. Abrió la puerta de la terraza para sacar al animal. Hizo que le siguiera hasta fuera del apartamento. Salió del piso y en la ventana del pasillo pudo ver el color anaranjado de las llamas al final del pasillo. Cerró la puerta y con calma y el animal descendió las escaleras. Llegó hasta su escondite, aquel en el que esperó el momento adecuado, aquel en el que descubrió sus temblores. Alzó la vista de nuevo hacia la ventana del sexto piso, que ahora si era fácil de distinguir por la luz del fuego. Sabía que en pocos minutos, el cristal de aquella ventana saltaría en pedazos por la fusión del gas y el fuego. 

Lo había calculado a la perfección, con poca diferencia temporal, y al fin llegó, el sonido que quería oír, ese gran estruendo que llamaría la atención de los vecinos, despertándoles en mitad de la noche, el sonido de una explosión. Entonces lo notó, esos temblores habían desaparecido ¿ya no estaban? Supo que sus temblores no eran por el frío de la noche, ni por el miedo de su acto, sino por la inquietud de saltarse uno de sus pasos mentales y fallar su gran actuación. 

Con la misma calma con la que había desarrollado su obra, ahora abandonaba el lugar, continuando el camino de sombras junto a aquel animal.

2 comentarios:

  1. No puede quedar ahí! Necesito saber más. Lograste atraparme de principio a fin. Lo escribiste tu verdad?
    Te mando un abrazo gigante.
    Saludos desde una página, un mundo.

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    1. Me alegro mucho que te haya atrapado por completo. Por petición indirecta, aunque sea algo comindirectaintentaré sacarle una continuación, jejeje. Muchas gracias.

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