jueves, 5 de octubre de 2017

Una elección, dos opciones...

El  final se acerca, pero no era capaz de recordar cómo había llegado hasta ese punto de la historia, de su historia. Miró a su alrededor para hacerse consciente del momento, de dónde estaba, de qué estaba pasando, pero entonces lo vio, una figura extraña, similar a la de un ángel, pero un ángel diferente a aquellos que aparecen en imágines religiosas. Se quedó en silencio unos segundos más, hasta que  por fin consiguió escuchar una extraña voz, que provenía de unos metros más adelante. A pesar de la oscuridad del lugar, consiguió andar unos pasos sin tropezarse, hasta que llegó al final del pasillo. Palpó ambos lados de la pared para encontrar un interruptor. Lo presionó y esperó unos segundos hasta que la luz del centro de la sala que se abría ante ella dejó  de parpadear y se mantuvo firme. Inició un rápido recorrido con la vista, pero seguía sin reconocer el lugar, sin nada que le pudiera dar alguna pista.
Focalizó su atención en el centro de la sala, bajo la tenue iluminación de la bombilla que colgaba de un pequeño y tímido cable. Reconoció la figura que anteriormente le había llamado su atención. Entonces lo vio, como su mirada se clavaba en ella y una sonrisa se dibujaba en su cara desafiante. Entonces se echó a un lado, para dejar visible dos sillas, ocupadas cada una por una persona con la cara cubierta. Ese ángel extraño se acercó a la silla que quedaba a su derecha, posando su mano sobre su cabeza para descubrir el rostro del chico que permanecía sentado, aterrorizado. Una vez que su visión se hizo a la luz comenzó a moverse desesperadamente, de forma inútil pensó al darse cuenta de que sus manos estaban atadas a su espalda. Más calmado miro a la chica que tenía en frente, viéndole que estaba de pie, sin ningún tipo de atadura y en total libertad. Vio cómo se acercaba unos pasos hacia él, hasta que de la figura de su lado le indicó el alto. En seguida la reconoció y por el rostro que ella tenía entendió que él también había sido reconocido.
Su cabeza se llenó de recuerdos, de emociones y de miedo. No comprendía por qué Alberto estaba atado y amordazado en esa silla, no comprendía por qué estaba en ese lugar y pasando por esa situación. Empezaba a tener más miedo, a notar como el cuerpo entero le temblaba y le brotaba un sudor frío. Pero dejó de ser consciente de eso en cuanto el ángel comenzó a andar hacia la otra silla.
De la misma forma destapó la cara de ella, de Lucía, quién al igual que Alberto intentó zafarse sin darse cuenta de que sería inútil. Miró hacia ella, hacia el compañero de su lado. De nuevo una oleada de sentimientos, de momentos vividos con ella le llenaron la mente a gran velocidad. Por un momento el miedo invadió aquel lugar que todos reconocieron como el mismísimo infierno. Ambas personas, sentadas y atadas a la silla dirigían sus miradas hacia ella, quien no sabía qué hacer. Notaron que quien les había destapado las caras, quien les había llevado hasta allí, comenzaba a caminar por detrás de ellos, tarareando una canción que a todos hizo que los nervios les invadieran. Siguió andando hasta situarse delante de ambas sillas, en el centro de las tres personas que la miraban con temor, sin saber qué sería lo que podía ocurrir a continuación.
–Es la hora de elegir. Dos vidas una sola elección. –extendió cada brazo hacia su lado, en forma de balanza. –Deberías saber a quién elegir y deberías darte prisa, el tiempo se agota. –Continuó mientras reía.
No sabía qué hacer, era imposible que pudiera elegir entre esas dos personas, era imposible que solo pudiera salvar la vida de una. Miró hacia la sombra oscura que se reía de ella y que bailaba y cantaba mientras sorteaba las dos sillas. Para ella eran dos de las personas más importantes en su vida, con las que podía contar para cualquier coas y en cualquier momento, dos personas que la habían ayudado a sopesar su vida y a seguir hacia adelante. La criatura voló hacia su lado, sin perder la sonrisa y su buen ánimo.
–Tic tac. –Susurró a su oído mientras simulaba un reloj con sus manos.–Debes elegir rápido Sofía, no tenemos tanto tiempo para tomar. Tienes que decirme por qué quieres que salve a él o a ella.
Miró hacia ambas sillas, llorando sin saber qué elección tomar, llorando por liberar a la persona que amaba o por liberar a quien sabía que era el amor de su vida. Las piernas empezaron fallarse y sintió cómo perdía el equilibrio, notando el frío y húmedo suelo tocando sus manos. Sintió sus lágrimas caer hasta llegar al suelo dónde las oía salpicar. Aguantó cuanto pudo sin decir nada, hasta que oyó que unos pasos se acercaban y separaban frente a ella.
–Es la hora, llegó el momento de tomar una decisión. –Pronunció mientras le tendía la mano.
– ¿Quién eres? –Exclamó al fin. – ¿Por qué tengo qué hacer esto?
–Soy un ángel, tú mismo lo pensaste cuando me viste, no un ángel cualquiera, un ángel peculiar, un ángel oscuro. Un ángel que tomará la decisión en tu lugar si no lo haces ya.
Por primera vez, consiguió pensar en algo positivo, algo que de alguna manera le produjo algo de paz. Si ella no le daba una contestación, el ángel oscuro lo hará por ella, no sería ella quién tuviera que elegir entre Alberto y Lucía. Desde el suelo observaba como el ángel se situaba entre ambas sillas. Un pequeño resplandor llamó su atención. Por primera vez era consciente de que no eran dedos lo que aquella criatura tenía, sino cuchillas. Nuevamente abrió los brazos, llegando con sus afiladas manos al cuello de ambos.
–Es tu última oportunidad. –Esperó unos segundos a obtener una respuesta por parte de Sofía. –Está bien…
Alzó ambos brazos a la vez, dispuesto a acabar con ambos.
–¡Espera! –Contempló como aquel asesino paraba de inmediato. –Lucía… esa es mi elección… elijo a Lucía… -Volvió la mirada hacia ella, que con asombro intentaba respirar con más tranquilidad.
-Debes continuar, no la liberaré hasta que me des el motivo de tu respuesta. –De la misma forma que antes, alzó los brazos, esperando una respuesta.
–Porque la quiero. –notó como Alberto quedaba sorprendido. –Lo siento. –Se disculpó mientras se acerba a él sin levantarse del suelo. –Lo siento… –Repitió cuando se incorporaba hasta la altura de su cara, cogiéndola con ambas manos y repitiendo una y otra vez que lo sentía mientras él negaba.
Sintió como de una patada era alejada de Alberto.
–Me ha sorprendido tu respuesta Sofía, de verdad que me has sorprendido. –Se volvió a colocar entre ambos, levantando los brazos, sin un motivo por el cual detenerse.
Desde el suelo, Sofía observaba como el ángel oscuro bajaba sus brazos, ambos a la vez, sin detenerse a esperar una respuesta…

De golpe despertó en un lugar reconocible, atemorizada por lo que acababa de ver, o creía haber visto y vivido. Esperó unos minutos hasta calmarse y ser consciente de que aquello no podía ser real, a sentir que su compañero de las últimas noches intentaba saber qué le había pasado, haciendo por calmarla.