viernes, 24 de noviembre de 2017

Reflejos del bosque.

La oscuridad de la noche empezaba a invadir todos los recovecos del lugar, llenando de negro el paisaje. De uno de los rincones más alejados a la cabaña se podía ver dos amarillos y brillantes ojos, los cuales, sigilosamente, se acercaban a la casa de madera para poder alimentarse. Una vez frente a la puerta comenzó a arañarla, sabiendo que era la única manera de hacer que se escuchara. De la casa apareció una sombra siniestra, proyectada por un viejo candil que alumbraba el interior de la casa. Como de costumbre, el animal entró en la casa, dirigiéndose al rincón donde el dueño de la sombra siempre le apartaba algo de comer. 


Esta vez, la sombra se acercó a la bestia, señalando que el comedero estaba vacío. Aun mirando a la criatura, cogió el candil y salió de la cabaña. Se procuró de cerrar con llave la puerta, comprobando que los ojos brillantes le seguían viendo a través de la ventana. Una vez fuera, dejó la luz en las escaleras de la casa, apagada para no llamar la atención de algún senderista perdido. Prosiguió su marcha hacia el interior del bosque, donde apenas se podía visualizar algo.

Cerca de los tres kilómetros, comenzaba a oír las carcajadas de unos niños. Se aproximó siguiendo el sonido de estas, que le llevaron a otra pequeña cabaña en la que parecía haber una familia. Se acercó con sumo cuidado para no hacer ningún ruido y ser visto. Esperó a que todos estuvieran en la casa y que las luces se apagaran. Llegado el momento, se acercó hasta una de las ventanas traseras, donde podía ver a los dos niños que antes reían acostados en la misma cama. Giró la vista hacia atrás, siguiendo el camino que había hecho y hacia el que emitió un pequeño silbido. Al cabo de unos minutos, unos ojos amarillos y brillantes aparecían en la oscuridad. Volvió a emitir el mismo sonido, haciendo que el animal se acercara hasta la ventana donde él esperaba. Con cuidado alzó la ventana, lo suficiente para que la criatura entrase. 

Desde fuera podía ver perfectamente el interior de la habitación, donde seguía el recorrido que los ojos brillantes hacían en dirección a la cama. En unos segundos, la bestia saltó sobre la cama, provocando que los niños comenzaran a agitarse y a gritar. Después del alboroto salió por donde había entrado. Aun en el mismo sitio, observaba como el interior de la cabaña se iluminaba, viendo que en el cuarto ahora solo había un niño, el más grande de los dos, y que le miraba fijamente desde la cama, llorando y asustado por lo que había pasado. Cuando los padres entraron y vieron que uno de los niños faltaba, empezaron a zarandear y preguntar al que allí, petrificado, se había quedado, mirando fijamente a la ventana donde hace unos segundos podía distinguir la silueta de una sombra. 

De vuelta en el bosque, esa sombra contemplaba la cabaña en la que ahora en lugar de carcajadas se oían llantos de tristeza y desesperación. A su lado podía distinguir el olor a sangre y los ojos brillantes que le indicaban el camino de vuelta a la cabaña. Caminó siguiendo al animal que había encerrado y que ahora andaba libremente por el bosque. Llegaron al pequeño descampado en el que se encontraba su vieja casa de madera. Encendió el candil que seguía en el mismo sitio donde lo había dejado y entró sin tener que usar la llave. Ahora era él quien desde la ventana podía distinguir la sombra de aquel animal de ojos brillantes, los cuales se habían tornado de un color rojizo y cuyo tamaño había multiplicado. Sin preocuparse por ella, se fue a su habitación, donde se preparaba para esperar al día siguiente. 

Pasada la media noche, empezó a escuchar ruidos extraños provenientes de las paredes de madera. Sin levantarse del sillón en el que dormía, volvió a encender el candil. Mantuvo la respiración para no generar ningún tipo de ruido, hasta que las paredes empezaron a hablar de nuevo. Se levantó hacia la ventana, donde a lo lejos pudo ver la silueta de la bestia que había disminuido su tamaño, y que con el mismo color de ojos esperaba frente al cristal de su habitación. Sin esperar mucho tiempo, la criatura salió corriendo de nuevo hacia el interior del bosque. 

Volvió a meterse en la cama, siendo consciente de que las paredes aún no habían acabado. Como bien había pensado, las paredes continuaron con los ruidos hasta el amanecer, que cesaron cuando los primeros rayos de sol alcanzaron la cabaña. Así continuaron las paredes varios días, hasta que una mañana, uno de los guardas forestales se acercó hasta la vieja cabaña para preguntar sobre la noche de la desaparición. Negando toda pregunta de la autoridad volvió hacia el interior, asomado a la ventana a la espera de que esta se marchara. 
Cuando pensaba que el guarda había tomado la decisión de marcharse, vio que algo le había llamado la atención y que se acercaba hacia ello. Vio que el hombre sacaba las prendas que el niño desaparecido llevaba esa misma noche pero esta vez ensangrentadas, como si hubieran sido teñidas con sangre. Cuando el guarda volvió a entrar en la cabaña no pudo encontrarse con el hombre que antes le había abierto la puerta. Rato después, la cabaña se iluminaba con luces azules y rojas, generadas por las sirenas de los dos coches de policías que habían ido a investigar la vieja casa.

La noche volvió a echarse encima, pero esta vez los ojos brillantes y de nuevos con un color amarillo, observaban la cabaña desde el otro lado del bosque, junto a la sombra que vivía en aquella casa. Ambas miradas veían como dos de los agentes se acercaban hacia donde se encontraban, llamados por la curiosidad de saber qué eran esas dos cosas brillantes. Una vez próximos a la arboleda, los guardas perdieron de vista los pequeños ojos brillantes. 

Tomando la decisión de separarse, uno a uno los guardas fueron desapareciendo, viendo por última vez la silueta de un hombre junto a ellos. Del mismo sitio donde había desaparecido el último guarda, surgió la forma de una bestia de enorme tamaño a la noche en la que el niño desapareció. Andaba sobre sus dos patas traseras, lo que le permitía tener libre las delanteras, las cuales, de vez en cuando, necesitaba para correr o trepar. Con los ojos bañados en sangre corrió hacia la cabaña, donde atacó al resto de guardas que aún permanecían en ella, haciendo que la criatura aumentara más su tamaño.

Una vez la cabaña se había vaciado, la bestia volvió a la profundidad del bosque en la que permaneció varios días y noches, hasta que una cierta mañana, cuando los rayos de luz ya se habían puesto sobre la cabaña, apareció de entre los árboles la sombra de un hombre, que caminaba tambaleándose de un lado a otro, y al que la ropa parecía haberle ensanchado de un día para otro. Dentro de la cabaña y sentado en un pequeño sillón, observaba los árboles desde la ventana, centrándose en  el reflejo que se mostraba ante él, una bestia de ojos brillantes y amarillos.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Te echo de menos a ti.

Es difícil saber que estás lejos
Y sentir que estás tan presente.

Es difícil afrontar las noches sin ti
Oliendo tu colonia en mi cama,
Girándome en mitad del sueño
Para abrazarte y sentir tu calor
Y despertar y decepcionarme 
Porque tu lado está sin tí
Lleno con el vacío que dejaste cuando marchaste.

Echo de menos todas esas noches
Que dormías sin preocupación 
Y de forma tonta me sacabas una estúpida sonrisa
Mientras te observaba y notaba como el tiempo dejaba de pasar
Permitiéndome disfrutarte sin prisa, 
Con calma y en cada segundo.

Extraño tus miradas fijas mientras despertaba,
Tus miradas fijas cuando ocupábamos el mismo espacio
Tus miradas llenas de sentimiento, 
Esas con las que expresabas más que con cada palabra que decías.

Anhelo tus caricias, 
Tus torpes y nerviosas manos recorriendo la mía
Tus dibujos en mi espalda cuando eras mi despertador
Tus besos tontos,
Los que me ponían nerviosa 
Y a la vez me hacían desearte más y no soltarte.

Además de todo eso y más, 
Echo de menos tu ser,
Tu físico y persona,
A todo ese conjunto que tanto quiero...

Te echo de menos a ti.