lunes, 18 de diciembre de 2017

El primer beso tuyo (o mío).

Desde el momento que chocaron, cada segundo que pasaba ella los vivía de forma diferente. Quizá la gente si tuviera razón al decir que los dieciséis era una buena edad. Pasaron varios días desde su primer encuentro cara a cara, desde ese choque que provocó que por primera vez sus ojos se cruzaran y se detuvieran en los del otro. Desde eso instante todo su mundo cambió.

Asomaban los primeros rayos de sol del viernes. Habían pasado exactamente cuatro días desde sus primeras palabras. Hoy se sentía con ánimo, pero no tanto como estos días de atrás, sabía que pasaría dos días hasta poder verle de nuevo. Aún así, no era motivo para desaprovechar el día, quería aprovechar esa mañana con él. Pasaba las clases sólo pensando en el tiempo que les quedaría para verse, maldiciendo las tres primeras horas de clase en el mismo aula, sin tiempo para salir al pasillo y descansar. ¡Al fin el timbre del descanso!

Todos los alumnos salieron corriendo, mientras ella recogía, sabiendo que él estaría esperando en la puerta. Así fue. Le cogió la mochila mientras se colocaba el abrigo. Siguió sus pasos, siempre un poco más atrás que él. Como en todo descanso se sentaron en las gradas que daban a la pista de fútbol, aprovechando el poco sol que daba. Seguían con la vista el balón, sin apenas conversación. Uno de los amigos se le acercó, diciéndole algo al oído. Cuando se separo de él, negó con la cabeza, haciendo una seña con la cabeza hacia ella, quien seguía con la mirada fija en el partido.

– Me dice que el profesor no ha venido ¿quieres venirte con nosotros?

Segundos sin respuesta, sin saber que contestarle. Ya le era difícil mantener una conversación con él, no quería tener que pasar vergüenza delante de sus amigos por no saber qué decir.

– Tienes, más o menos, unos cinco minutos para contestarme, tampoco quiero que te quedes en clase aburrida.

– Seguro que habrá dejado ejercicios qué hacer.

– ¿Por qué no te olvidas por un momento de hacer las cosas bien? Vente.

Se levantó cogiéndole la mano, quería ayudarla a subir. En cuanto se pusieron a la misma altura miró hacia su mano. Quería sentir su tacto, sus manos suaves y frías a pesar de tenerlas la mayor parte del tiempo en los bolsillos. Él se percató que aún seguía sosteniendo su mano, que no quería soltarla, pero sabía que a ella le incomodaba. La soltó y se colocó detrás de ella, empujándola y llevándola donde él quería. 

– Si salimos pronto seguramente no nos detenga ningún profesor.

El timbre volvió a sonar y todo el mundo empezaba a dirigirse a sus clases, todos menos ellos, que salían por la puerta trasera del recinto escolar. ¿Le llamarían la atención en casa por haberse saltado las clases? Por primera vez se dejó llevar. Tampoco sería tan malo faltar de vez en cuando. Le llevó hasta un parque cercano al instituto. Se sentaron en el césped, uno en frente del otro, evitando cruzar sus miradas, miradas nerviosas. 

– Oye tú tienes pinta de que te gusta leer ¿a qué si?

– Bueno, todos tenemos el mismo libro que leer.

– Bueno, pero me refiero a que además de los libros de clase te gusta leer.

– Sí, claro, como a cualquier persona, supongo.

– Bueno, serás de las pocas a las que le guste gastar el tiempo en esas cosas.

El silencio volvió a apoderarse del momento. Cada uno arrancaba la hierba más próxima a ellos, mirando al suelo.

– Como sigamos así no va a hacer falta que vengan a cortar el césped. – Por fin le había hecho reír, o al menos sacarle el amago de una sonrisa. – ¿Es imposible hacerte reír o qué?
– Soy una chica poco divertida.

– Seguro que no, cada uno se divierte como sabe y quiere. A mí me das un libro y seguramente o use para adornar la estantería, tú en cambio, te lo pasarás genial con cada personaje.

Sus palabras hicieron que sus ojos se clavaran en él, sintiendo los suyos puestos en ella.

– ¿Y tú cómo te diviertes?

¬– Normalmente, fastidiando a mi hermana, pero cuando no está suelo pasar el tiempo en el ordenador o la consola. –Se tumbó en el césped, usando las mochilas como almohada, mirando hacia el cielo. – Y cuando no viene un profesor vengo a tumbarme aquí.

– Es un poco aburrido estar aquí tumbado sin hacer nada ¿no?

– Pues como te resulta aburrido te dejo proponer algo y si no lo haces en menos de veinte segundos lo elegiré yo y no podrás negarte.

Pasaron al menos unos minutos sin que ella fuera capaz de decir nada.

– Pues me toca elegir. –Se volvió a incorporar, acercándose a ella. – Tendrás que ayudarme a encontrar un libro, uno que me pueda gustar y sea capaz de leerlo entero, sin ninguna obligación.

– Eso es muy difícil. No sé qué cosas te pueden gustar.

– Seguro que puedes adivinar las que no me gusten.

– Pues tampoco me hago una idea de esas.

– ¿Entonces no me vas a ayudar?

– ¿No se te ocurre otra cosa que hacer?

– No creo que te guste la idea, así que me decanto por el libro.

– Bueno, dímela y ya veremos.

– Te la digo si cierras los ojos y no te mueves.

– No me fío de ti.

– No te voy a hacer nada, lo juro. – Levantó su mano derecha como si se estuviera en un tribunal de película. – Además, si digo algo que no te guste te dejaré tirar piedras a mi ventana.

Cerró los ojos mientras se reía de forma nerviosa, no sólo por saber qué le diría sino por ser el único que le hacía disfrutar de cada momento. 

– Pues como a ti no se te ocurre nada que podamos hacer y mi idea de ir a buscar un libro tampoco te parece buena… 

Sentía como su voz se iba desplazando conforme hablaba, empezando a su lado y dando la vuelta por detrás de ella, hasta que se paró delante de ella.

– Como no lo digas ya abriré los ojos, no me gusta tener los ojos cerrados cuando hay gente, me incomoda...

Antes de que pudiera terminar la frase sintió como él se acercaba a su rostro. Era capaz de sentir su calor, su olor.

– Te dejo que los abras.

Fue abriéndolos poco a poco, con su rostro a escasos milímetros del suyo, con más nervios que antes, más que en cualquier momento de su vida. Antes de que pudiera decir nada o antes de que se apartara, juntó sus labios con los de ella, sólo unos segundos, volviendo a estar a una distancia de separación escasa. Sus miradas seguían fijas, él sonriendo, ella con cara de sorpresa.

– Dime que no te ha gustado y no volveré a…

De pronto, un impulso se apoderó de ella, apenas controlable, sin tiempo para detenerlo. Se lanzó sobre él, haciendo que ambos cayeran sobre la hierba, sintiendo sus boca junto a la suya, su lengua chocando con la de ella, notando como jugaba en su interior.

4 comentarios:

  1. No sabía que escribías. Un relato muy intenso. Me encanta.

    Felices lecturas #AlgunosLibrosBuenos

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  2. Un relato muy bonito y entretenido. Me echa para atrás que siempre sea el chico malo y la chica buena, es una manía.
    Besos de Flores Yermas 🌺

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    1. Algunos detalles son ficticios y sirven para mejorar la historia, pero la mayor parte de la historia está basada en hechos reales jejeje. Me alegro de que te haya gustado y no te preocupes que los papeles iran cambiando.
      Un saludo.

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  3. Ay!!

    Lo digo y lo repito. Que bonito escribes *__*

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